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miércoles, 10 de enero de 2018

Amor de madre

Vuelve a pedirme que le empuje. Callado, en el quicio de la puerta, con la mirada fija en un punto imaginario equidistante de ambos, sé a lo que viene. Como un animal extraviado busca el calor de mi pecho. Yo no le acuno, ni le consuelo, a veces ni siquiera le hablo. Tan solo le devuelvo con firmeza la mirada, apenas unos minutos.

 Al salir a la calle él ha recuperado toda su fuerza, el entusiasmo que le permitirá apretar el gatillo, manipular los explosivos, accionar la bomba, ser una día más el fiero combatiente que su madre le enseñó.

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