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viernes, 15 de diciembre de 2017

Dos velas



 Al despuntar el día, aquel hombre era dado a encender una vela a Dios y otra al demonio y lo hacía por precaución y para asegurarse las voluntades de la gente.  
Enemigo de la confusión, Dios mandaba a un ángel sigiloso para que apagara las velas encendidas a su nombre, de modo que las llamas que ardían en su casa eran siempre las del diablo.  Fue así como su vivienda se convirtió en corredor de paso de las muchedumbres del infierno.
Despreocupado de estos pormenores, él se centró en ir escalando paso a paso, peldaño a peldaño, cada uno de los escalones que lo llevarían a lo más alto de la política.
Y no necesitó las dos velas, con una fue suficiente.




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