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sábado, 16 de diciembre de 2017

El ladrón

Me robaron la voz el primer día de clase. Tardé en encontrar al ladrón aunque adivinaba que no estaría lejos. En cuanto use mi voz le cazaré- pensaba.  Pero debía ser un impostor habilidoso y conocer las variedades del fingimiento. Mi voz es tímida, quebradiza, casi inaudible; la voz de los otros, potente, atronadora.
 Yo llamaba en susurros a mi voz para que se orientara y volviera conmigo, y como un murciélago lanzaba al aire minúsculos chasquidos, con la esperanza de que el eco me la devolviera.

No sé si contarlo, quizás no me creáis, pero en la última fila se sentaba un niño solitario, retraído, casi mudo. Él era quien me había robado la voz.

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