He comido un “sin embargo” con sabor a “y”, y no me ha
sabido mal. No quiero exagerar, yo soy más dada a los “pero” porque los acepta
mejor el paladar a cualquier hora del día.
A nadie le disgusta un “pero”. Todos esperamos que, detrás del “pero”, llegue
un plato sabroso o picante. Lo que te comes antes del “pero” es el entremés, un
suave entrante para dar paso al plato principal.
Sin embargo, nunca creí que el “y” por sí sólo tuviera un
buen sabor. Lo he comido siempre en mezclas y adiciones que ocultan su gusto
propio. Me sorprendí favorablemente al degustar el “y”, cocinado con el “sin
embargo”. Y me dije que, en la cocina como en la gramática, todas las
combinaciones son posibles.
He decidido anotar en mi agenda culinaria un nuevo capítulo,
“De aliños lingüísticos”.
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