Subió en la estación de los Pedroches, rodeado de la niebla
mañanera y sin equipaje. No llevaba billete y se sentó a mi lado. Tenía ganas
de hablar y pronto dio muestras de conocerme. Parecía saberlo todo sobre mí: mis devociones literarias, el número exacto de monedas que robé a mi
madre con siete años y hasta el pelaje de mi canario. Mientras hablaba dudé de su realidad, de mis sentidos, de mi
cordura y de la suya. No le afectaron mis dudas.
-¿Quieres conocer tu futuro,
muchacho? - me dijo sonriente.
-No es el futuro lo que me importa-
le respondí.
Y se quedó dormido hasta llegar a la
Estación de Atocha.
Nos bajamos a la vez.
-Un regalo, jovencito. No olvides
esta fecha, 22 de septiembre del 2035.
Y respiré aliviado; aún quedan casi
20 años, pensé.
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