Entre barrotes,
escribe Bertrand la canción definitiva que le devolverá a la gloria. Ha buceado
en el último sótano de su memoria para encontrar las imágenes de Marie, que
explotarán en el papel convertidas en sonidos y palabras: su voz cálida y
desgarradora, el flequillo, su ternura, el cansancio y languidez de sus brazos.
Inútil camino,
los diecinueve puñetazos en el rostro de Marie, la nariz machacada, el cerebro
roto entonan mejor la melodía de un rock oscuro, alimento de quienes viven de
lo amargo. Bertrand Cantant asume su destino con malditismo trágico. Uno, dos,
cinco, diecinueve golpes secos y fuertes en el teclado le reconcilian con su
pasado y le catapultan al cielo miserable de los feminicidas. Los dos millones
de “me gusta” lo demuestran.
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