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martes, 5 de diciembre de 2017

Vendedor

Aquel hombre había pulsado el timbre con tal determinación que tuve que abrirle la puerta.
-Vengo, señora, a venderle mi timidez. Tengo la propiedad plena de mis titubeos y silencios, de mi vacío y desamparo. He viajado por playas de todo el mundo, tras las huellas de un pie humano sobre la arena. En París me condenaron por abrazarme a la sombra de una mujer en la vía pública; en Berna frecuenté un manicomio, por suspirar ante las metáforas especulares de unos grandes almacenes; en Granada quise fundirme con mi propia imagen en un aljibe de la Alhambra… He escaneado la puerta de su casa y sé que vive en una soledad tan perfecta como la mía.

Y fui incapaz de negarme. Le invité a entrar, se instaló en mi casa y comenzamos a compartir el silencio.

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